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miércoles, 9 de noviembre de 2011

La vuelta al realismo


LA VUELTA AL REALISMO

Las últimas décadas han supuesto un devenir vertiginoso en la proliferación virtual de las artes plásticas. Casualidad o no, se ha tendido a alejarse todavía más del realismo.
En los años de la opulencia, ¿quién quería un arte intimista enmarcado en una realidad tranquila y abarcable? Absolutamente denostado, el realismo se marchó de puntillas por la puerta de atrás. Eran tiempos para los artificios tecnológicos, la diversión y la multidisciplinariedad. Imágenes, música y luces, sustituyeron al óleo, al acrílico y a la acuarela. El estatuto del pintor se vino abajo en favor del técnico en imagen y sonido.
Es inútil e innecesario luchar contra el progreso, pudiendo hacer uso de él; siempre y cuando no se confundan los medios con el fin, que en este caso, debe tratarse siempre de la obra de arte. En todos los tiempos y en todo proceso creativo, la utilización de las herramientas ha fundamentado la base primordial desde donde se puede empezar a crear. Y la obra es la culminación material de la expresión creativa del artista, que inevitablemente expresa también las inquietudes de su tiempo.
El problema de la postmodernidad en las artes plásticas es que ha centrado todas sus energías en los medios y se ha olvidado de ser fin en sí mismo. Las trompetas postmodernas llevan anunciando desde su nacimiento que la cultura atraviesa un momento de crisis, que los valores están a la baja y que el arte es un carnaval de disfraces de quita y pon.
¿Cuál es la función del arte?: ¿entretener?, ¿expresar?, ¿jugar?, ¿inquietar?, ¿transmitir emociones?
La precisa utilización de la técnica es incuestionable puesto que la obra de arte no hace diferencias ni de materiales, ni de modos, pero nunca se puede manifestar como excusa. Y no todo lo más puntero es arte, como nos han hecho creer, aunque el arte siempre se esconde donde uno menos se lo espera. La cuestión es saber identificarlo.
Parece que el público, harto de estímulos y habituado ya a las performances donde autor, espectador, obra y proceso se confunden en un universo indefinido, exige ahora límites en los que la creatividad no sucumba a las habilidades tecnológicas.
La vuelta del realismo es un hecho, ¿será moda y tendencia o hastío de la crisis de valores? ¿Se impone una revolución cultural, social, económica y política?
Lo cierto es que el arte es siempre pionero y anuncia las claves del descontento social y sirve como indicador de los cambios históricos. Asimismo toda obra de arte está transida de un mensaje implícito o explícito, no de vacuidad tecnológica, a no ser que ese sea el mensaje tan pobre de una sociedad tan precaria en fundamentos.
¿Se vuelve a la necesidad de hacer inteligible la vorágine postmoderna del "todo vale"?
El realismo al fin y al cabo, trata de recuperar los límites perdidos de la estructura de lo real. Los aires políticos y económicos auguran un nuevo sistema que está por-venir, donde el porvenir del arte se sitúa ahora en los estrictos trazos de una figuración realista, crítica y sin edulcorar. Son los nuevos tiempos que corren. El deseo evasivo y consumista del arte efímero no solventa la felicidad humana aunque la prometa. Y el realismo, nunca hace falsas promesas porque no es complaciente.

Cristina Hernández Sánchez

http://www.feliciart.es/reflexiones/2011/10/17/noticia-prueba

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